Los famosos Castillos de Loira, con su imagen de fasto y poder, constituyen una muestra excepcional del llamado arte del primer Renacimiento, en el que ornamentos italianos se construyen sobre una estructura esencialmente gótica. Francisco I, criado en el castillo de Ambroise, reformado por su antecesor Carlos VIII, sintió una gran pasión por la arquitectura, sobre todo la palaciega, que plasmó en un impresionante conjunto de castillos que se suceden a lo largo del gran río frnacés. Más tarde vivió en el palacio de Blois, con su famosa escalera de doble revolución, al que añadió un ala decorada por Domenico de Cortona.
El castillo de Chambord, el más emblemático de su reinado, comenzaría a edificarse en 1519. Con sus 440 habitaciones se erigió en un depurado paradigma de la imagen del poder real hasta la construcción de Versalles. Esta fenomenal arquitectura sirvió, además, de ejemplo para numerosas residencias - a menor escala - de nobles y grandes personajes franceses, como los castillos de Azay-le-Rideau y el Chenonceau, con el agua rodeando sus imponentes estructuras. También el factuoso palacio de Fontainebleau debe mucho a aquel magnánimo mecenas de las artes.



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